Nuestra bodega nace del amor. Del amor por la naturaleza, del amor entre Celia y Paco, del amor al vino. Del sueño de una pareja de locos enamorados por conseguir un vino único y de la odisea en la que embarcaron a toda su familia.
En esta zona donde Celia y Paco se conocieron es característico el lapis specularis un yeso cristalizado que se usaba en la antigüedad como cristal. Esta un mineral muy apreciado por los romanos que lo extraían en minas y construyeron una calzada que unía Segóbriga y Ercavica para transportarlo. Y en su recuerdo bautizamos nuestra bodega como Calzadilla.
Y es que el camino para elaborar nuestros vinos no ha sido fácil: empezamos con unas pocas vides, experimentación, esfuerzo, alegrías… pero también mucho vino tirado por el sumidero ya que desde el inicio lo que se pretendía era conseguir un vino excelente. En 1992 salió al mercado el primer vino de Calzadilla. Poco a poco el viñedo y la bodega fueron creciendo manteniendo siempre nuestro peculiar enfoque: la total libertad en el proceso que implica que las decisiones que tomamos sean arriesgadas pero es lo que nos permite hacer algo auténtico.
Paula ha continuado con el legado familiar en esta bodega que la ha visto crecer. Decidió formarse como bióloga y enóloga, para después trabajar con las mejores bodegas en Francia y Nueva Zelanda adquiriendo nuevos saberes y experiencia. De forma natural la bodega pasó a sus manos que miman las tierras y sus frutos cada día con la misma ilusión y cariño que sus padres le inculcaron.
La historia de Calzadilla es la historia de la familia Uribes Madero. Aquí se bautizó a Paula, cumplió años David, Sara despuntó como cocinera y se casó Celia. Entre notas de Jazz llegaron los nietos y un goteo incesante de amigos que son nuestra familia elegida.