Un sueño que empezó como lo que parecía un negocio absurdo: una bodega en mitad de ninguna parte. Rodeados de montañas, en mitad de la alcarria, un entorno hostil para una uva delicada. Nos llamaron locos.
Aprovechamos el entorno al máximo, con el respeto que merece la tierra adaptamos la arquitectura de la bodega formando una simbiosis única, tanto en sus dimensiones como en su aspecto externo. No podemos forzar el terruño que sigue sus propios ritmos por eso nuestro proceso de elaboración debe ser exquisito.
La creación de un buen vino es un arte en sí mismo que requiere vocación, dedicación y un estilo propio. Por esta vocación pagamos un alto precio, es un trabajo duro, hay quien sigue sin entendernos… hasta que prueban nuestros vinos.
Recogemos la uva en cajas de 15Kg, y rápidamente las metemos en las cámaras frigoríficas para que su fermentación empiece en el momento justo. Cada racimo se selecciona manualmente y es enviado por gravedad a su primer depósito de fermentación.
Tras su estancia en barrica se embotella, pero nuestros vinos, como todo lo bueno de la vida, requieren tiempo y estabilidad. Bajo la colina sobre la que se asienta la bodega escondemos nuestro mayor tesoro, los botelleros donde con mimo y paciencia permitimos a nuestros vinos madurar sin prisas hasta llegar a su estado óptimo.
El paisaje te marca, te obliga y te distingue por eso quien trabaja con la naturaleza acaba por contagiarse de su belleza tratando de recrearla. Todos los elementos de esta bodega han sido inspirados, pensados e intervenidos artísticamente con la aspiración de crear algo hermoso. La inspiración impregna nuestros muros y cada elemento en una armonía hecha para el disfrute de los sentidos.
Calzadilla es una de las escasas bodegas en el mundo que cuenta con una D.O. propia debido a sus condiciones de clima y suelo tan singulares que hacen que su vino y viñedos tengan unas características únicas, potenciadas por sus prácticas muy artesanales y respetuosas.
Un terruño con una composición y condiciones únicas que nos ha permitido tener nuestra propia Denominación de Origen. Hemos sabido llevar las cualidades de estos viñedos a nuestros vinos respetando esta tierra virgen a través de la agricultura ecológica.
Pago Calzadilla se encuentra en el Valle del Río Mayor, a una altitud de entre 900 y 1.000 metros. El microclima del valle, con frecuentes nieblas y vientos, protege el viñedo de las peligrosas heladas primaverales y aporta frescura a las noches de verano.
El Pago comprende 22 Hectáreas de viñedo con una producción limitada. Se inició su plantación en 1980 con 3 variedades: Tempranillo, Garnacha y Cabernet-Sauvignon. Posteriormente en 1992 se introduce la variedad Syrah, todas en espaldera y con la particularidad de estar gran parte de ellas sobre las laderas del Cerro La Pájara, a 1.000 m de altitud.
El fruto se trata con delicadeza en cada uno de los procesos: la vendimia es en cajas de 15 kg de forma manual. Previamente a la fermentación se realiza un enfriamiento y selección de los racimos. El movimiento de las uvas, mostos y vinos es por gravedad sin intervenciones de bombeos.
Nuestro viñedo y nuestra bodega no tienen sentido el uno sin el otro, el tamaño de las distintas parcelas y las variedades de uva están pensadas para el vino que queremos conseguir, y nuestra bodega se ha construido para dar cobijo al fruto de nuestro viñedo. Ambos han ido creciendo de la mano para mantener la filosofía de vino de Pago que nos caracteriza, utilizando solo nuestra producción local de uva y cultivando las variedades que nuestros vinos necesitan.
Bodega y viñedo están estéticamente unidos, en el viñedo prima la calidad de la uva y las necesidades prácticas de nuestros cultivo tradicional y natural, pero hemos conseguido un conjunto de gran belleza en el que no sabes si la bodega se creó para completar el viñedo o si este fue creciendo a su alrededor.
Suelo pobre, vino rico
Este dicho encierra una gran verdad, y es que con el auge de la producción del vino hemos visto cometer dos errores de base, el cultivo de la vid en suelos fértiles tratados y preparados durante generaciones para otros cultivos, y el uso de variedades no adaptadas al suelo, con crecimientos de mucho vigor. El consumidor debe saber que los mejores frutos para el mosto nacen de suelos pobres.
A esta peculiaridad de nuestro suelo se le añade la singularidad de un mineral exclusivo de la zona, lapis specularis, yeso cristalizado que confiere singularidad al Pago.
El terreno en el que se asienta Pago Calzadilla no ha sido explotado por la agricultura moderna, los químicos que inundan la agricultura contemporánea no están presentes en nuestra tierra, nuestra uva ni en nuestros vinos.
Es una de las decisiones que más trabajo diario crea en Pago Calzadilla, la fertilización con compós propio del Pago, el control de plagas y fauna son solo parte de las tareas diarias que debemos acometer sin las “comodidades” de la química. No hacemos demagogia sobre la conveniencia del uso de estos productos, es solo que no encajan en nuestra forma de entender el vino y no podemos permitirnos que algo así entre en nuestra producción. Esta decisión la llevamos a todas las fases de crianza de nuestros vinos eliminando aditivos y otros productos durante la fermentación de la uva e barrica.